La Histeria Hoy
Presentación
Sigmund Freud estableció la histeria como una de las dos grandes psiconeurosis de defensa. En esta neurosis, las consecuencias de la represión contra la “representación insoportable” aparecen escritas en el cuerpo, con una gran variedad de procesos somáticos y de angustia, que sin embargo no velaron a Freud la estructura que los soportaba. En la neurosis obsesiva, en cambio, son las ideas las encargadas del proceso de defensa. La fobia constituye para algunas psicoanalistas un tipo clínico por separado, o bien para otros, un momento bisagra en la historia del sujeto, que luego “elegirá” la estructura a seguir.
Actualmente, las grandes reorganizaciones sociales y las modificaciones en los ámbitos de la religión y de la ciencia, han acarreado consecuencias en la subjetividad y sus manifestaciones. Por otro lado, la influencia del tipo de capitalismo actual, basado en el desarrollo de la ciencia y la técnica , condiciona también el tratamiento de la llamada “salud mental”, que por lo general aspira a una adecuación o sometimiento al sistema y vuelta a la norma. Los encargados de este sistema de salud, cuyo órgano de expresión a nivel internacional, al menos para Occidente, es el DSM, han eliminado a la histeria del cuadro nosológico, y la han fragmentado (al igual que a las demás estructuras) en “Trastornos de la personalidad” y de “la conducta” de diferentes tipos, que coinciden mágicamente con medicamentos “nuevos” ad hoc. Así los médicos de cabecera y los psiquiatras pueden emitir diagnósticos rápidos por medio de siglas y números que desprecian la particularidad de los sujetos. Sujetos literalmente a este sistema de salud pública, salvo que puedan costearse un psicoanálisis o incluso saber de su existencia. Las consecuencias respecto al tema que nos ocupa, es, por ejemplo, llegar a confundir muchas veces una histeria con una psicosis, lo que implicará un ingreso hospitalario y una medicación de los pacientes, con consecuencias muy perjudiciales y negativas para ellos. O bien tratar los síntomas como “trastornos de la conducta” sin tener la menor idea de la estructura que los sustenta.
Dando un giro subversivo, y en realidad creando una nueva práctica científica en el siglo XIX, Sigmund Freud avanzó sobre los descubrimientos de Charcot y de la hipnosis.
Charcot, al que Freud admiró y tradujo, miraba y hacía mirar a las histéricas, en sus espectaculares clases en la Sâlpetrière, en las que montaba una representación teatral dirigida por el maestro para los alumnos, y con las que demostraba que hipnotizadas, las pacientes recordaban y actuaban lo que él les indicaba, pero para afirmar luego que esos procesos se debían a una “degeneración orgánica” de su sistema nervioso. Estos descubrimientos debían ser registrados y conservados para la “ciencia” posterior, por medio de la fotografía, que alcanzó en su época y para servirle, grandes avances en el medio hospitalario y también carcelario. No hay que olvidar que las y los pacientes de Charcot (que luego serían los de Clérambault) pertenecían a las clases “bajas” y que preferían el hospital a la cárcel. Por lo menos en las conferencias de Charcot, se sentían importantes y eran protagonistas de la escena. Y también que a ellas (casi siempre eran mujeres) se las podía fotografiar en sus aspectos más íntimos y miserables, como lo muestra en una investigación de imprescindible lectura George Didi-Huberman en su libro La Invención de la Histeria.
Freud saca la mirada y pone el oído, según dice, porque le cuesta hipnotizar, pero además porque ha cambiado la clase social de sus pacientes. Estas hablan y quieren ser escuchadas. Si Freud habla demasiado, también le dicen que se calle y que las deje hablar. Estas histéricas son sus maestras en psicoanálisis y Freud con su genio increíble se deja enseñar. Ya ha descubierto el “ discurso histérico” que luego conceptualizará Lacan. Inventa el dispositivo analítico, que hace predominar la escucha, acuesta a los pacientes en el diván y determina que son fundamentales para su tratamiento especial, la asociación libre por parte del paciente y la atención flotante por parte del analista, que así escuchará sus sueños, sus lapsus, sus olvidos… Y fundamentalmente cuestiona la causa que atribuía Charcot a los síntomas histéricos, atribuyéndolos a una “degeneración orgánica”, para plantear por primera vez que la sexualidad es la causa del malestar de sus pacientes. Freud con su descubrimiento de lo Inconsciente hace un viaje audaz hacia el Aqueronte, movido por su pasión de saber, sublimando la pulsión escópica, creando las bases de una nueva disciplina y una nueva práctica de la palabra y descubre en la histérica un cuerpo más real que aquel con el que trabaja la medicina. Charcot buscó siempre sin éxito en las autopsias las huellas de la degeneración neuronal que producía el malestar de sus pacientes. Freud sabía que esas huellas eran los síntomas, que le abrieron el camino hacia lo inconsciente y así avanzó en su descubrimiento en los Estudios sobre la Histeria, La psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente y La interpretación de los sueños.
En la sección monográfica de este número interrogamos las manifestaciones de la histeria que escuchamos hoy, histeria que es la única estructura del sujeto a la que Lacan concedió la dignidad de discurso.
Es un error creer que el enigma de la histeria, con sus manifestaciones proteiformes de enfermedades “falsas”, epilepsia, anestesias, parálisis, frigidez, ahogos, excitación, alucinaciones, visiones, actitudes pasionales, indiferencia ante sus dolencias, neuralgias, anorexias, fatiga crónica, etc., esté totalmente desvelado.
Para este trabajo, los psicoanalistas que siguieron a Freud, nos abren el camino. Especialmente Jacques Lacan, que en su “retorno a Freud” y su posterior desarrollo de la teoría psicoanalítica, dio a la nueva disciplina nuevos conceptos y herramientas para la dirección de la cura. Conceptos como el “objeto a” que permite el establecimiento de una lógica del fantasma, los tres registros Real, Simbólico, e Imaginario, que dan una nueva perspectiva a la pregunta por el padre, las fórmulas de la sexuación que elaboran la idea freudiana de la bisexualidad originaria del sujeto, el manejo de la transferencia, el deseo del analista, el establecimiento claro de las estructuras y los tipos clínicos y muchos descubrimientos más de Lacan, así como el desarrollo de estos descubrimientos por sus discípulos, están operantes en los trabajos que presentamos en este volumen 5 de Trauma.
Graziella Baravalle
Contenido Trauma Nro. 5
Presentación, Graziella Baravalle
La histeria hoy
Entre el falo y el nombre, Graziella Baravalle
Actualización del caso Dora de Freud como modelo de la estructura histérica. El problema del analista, Juan Bauzá
El rechazo a la histeria, Laura Cevedio
El «curioso» olvido de la histeria masculina, Marcelo Edwards
Antigona: pulsión que cautiva, Cristina Jarque
Locura histérica o psicosis, Annick Juredieu
La negación en la histeria, Monique Lauret
La histeria: división significante y campo del Goce, Mª José Muñoz
El alma bella y pura, Rosa Navarro Fernández
La histeria y el DSM según Siri Hustoedt, Carlos Rey
La experiencia hippie hoy, Alejandra Ruiz Lladó
Acerca de la histeria, Silvia Saskyn
Joyce «hystorique», Jean-Michel Vappereau
Cuestiones Cruciales
Acerca de otro tramo de análisis, Graziella Baravalle
Alejandra Pizarnik. La casa del lenguaje, entre la escritura y la vida, Graziella Baravalle
Lecturas y escrituras lógicas, María José Muñoz
Rincón de lectura
Moustapha Safouan, La psychanalyse, art, thérapie et cause, Juan Bauzá
Mauro Basaure, Foucault y el psicoanálisis, gramática de un malentendido, María José Muñoz
Laura Cevedio: La histeria. Entre amores y semblantes, Rosa Navarro Fernández
Mª José Muñoz y Juan Bauzá: Introducción a los conceptos lacanianos II. Símbolo, significante y letra, M° José Muñoz